Una de las grandes incertidumbres que hoy en día presenta nuestra
sociedad es la necesidad de establecer un marco político de referencia y
confianza, en el que todos los ciudadanos nos sintamos representados y
protegidos por nuestros políticos sin llegar a dudar de su profesionalidad.
Indiscutiblemente, esto no ocurre en la actualidad. Los gobernantes
que nos encontramos suelen evitar el diálogo con los medios de comunicación.
Son numerosas las ocasiones en las que nos encontramos a un político ofuscado en
su ‘’papel’’, ignorando las preguntas o las observaciones que puedan
realizar los diferentes periodistas que acuden a la rueda de prensa. Esto nos
lleva a pensar, ¿es en realidad algo verdadero? o ¿pretenden persuadir a los
ciudadanos a base de buena dialéctica?
Uno de los motivos por los que dudamos de si tienen o no la verdad es
la cantidad de contradicciones que se encuentran en sus intervenciones. Muchas
veces no piensan ni en lo que dijeron, ni tampoco en el presente, sino que se
centran en mostrar su oposición con el partido contrario. Y es que a los
políticos parece no importarles cambiar de parecer. Es decir, sea lo que sea no
les interesa aceptar lo que el contrario propone porque solo quieren ganar
electoralmente.
Lo importante no es escuchar, lo importante es ganar “la guerra”,
justo todo lo contrario al significado de democracia. De hecho, uno de los
puntos más importantes de la democracia es buscar la verdad absoluta y el bien
común y se debe buscar entre todos, en sociedad.
El método para llegar al acuerdo electoral es la votación pero
para ello los ciudadanos deben ser personas participativas y motivadas. El voto
representa la decisión del elector que a su vez es movido por varios factores.
Estos factores son lo que los que los políticos en los procesos electorales
tratan de generar un efecto en la conducta y en el comportamiento de los
ciudadanos.
Por otra parte, es indudable la dificultad a la que hoy en día se
enfrentan la mayoría de políticos para poder llegar a establecer
una política común y justa para todos sus ciudadanos. Las sociedades de hoy en
día se caracterizan principalmente por la diversidad de valores y creencias
de sus miembros pero es en este punto donde deberían demostrar dichas
aptitudes intelectuales y capacidad de liderazgo- que todo buen político
debe poseer- para sacar adelante una serie de medidas que buscasen la
integración y crecimiento personal de todos los ciudadanos que tienen como
objetivo base todas las sociedades democráticas. Por consiguiente podemos afirmar
que fomentar el respeto entre los ciudadanos y en consecuencia entre todas las
sociedades es tarea de los gobiernos fomentando así el diálogo entre los
distintos partidos.
Dejando de lado la teoría, aterricemos estas cuestiones en la vida
diaria. ¿Cuántos casos de corrupción nos hemos encontrado a lo largo de este
curso político? A principios del año 2013, nos sorprendimos con el Caso
Fabra y su bonito aeropuerto en Castellón. Seguidamente pudimos conocer el Caso
Bárcenas y todo lo que ello supuso, sin poder olvidar el polémico Caso
Urdangarín que tanto nos sobresaltó.
Como conclusión, por naturaleza humana somos débiles y nos dejamos
influenciar fácilmente. Esta debilidad hace que el individuo sea dominable y
muchos sean incapaces de definir su personalidad. El político se aprovecha de
ello y puede llegar al ciudadano con mera ‘’palabrería’’. Teniendo en cuenta
estos aspectos, la sociedad de hoy en día también se rige por unos roles
característicos y podemos distinguir líderes carismáticos que ‘’marcan
tendencia’’ moviendo a un gran público de masas. El papel del político es en
realidad, ser este líder. Sin embargo, no todos están capacitados para ello.
Ser líder es algo innato y pocos cuentan con ese don.
La solución puede ser plantear una buena educación para los
ciudadanos, ya que de este modo, podrán tener un valor crítico para formar un
gobierno de excelencia.